Vómito alienígena

Aunque no os lo creáis y no me lo suela creer ni yo, soy más firme de lo que parece. Tengo bastante claros mis principios, lo que no es incompatible con que continuamente los revise y los ponga en tela de juicio, para que no se conviertan en lastres sino en puertas abiertas.

Tengo bastante claro en qué trincheras estoy y cuáles son mis luchas. Conozco el momento y el por qué precisos en los que tengo que sacar las garras y los dientes y lanzarme a la yugular. No os preocupéis, escuchar y conversar y buscar respuestas en lugares diversos no me alejará del camino, lo ensanchará. Soy muy consciente de dónde piso, de con quién hablo, sobre qué y para qué, y también sé cuándo dejar de hablar para callar y escuchar. Sé perfectamente en qué lugares me meto y por dónde tengo que pasar de puntillas para no ser vista. Sé lo que digo y lo que no, porque cuando digo algo, aunque me pueda estar equivocando, detrás hay infinitos ladrillos de pensamientos, razones, negativas y argumentos que voy colocando y quitando o cambiando de lugar o guardando para luego. Sé que lo que digo, lo digo yo, no dios sabe quién a través de mi boca y mi pluma. El conflicto existe y la discrepancia y el dolor y los lugares hostiles y el cansancio y el hastío. Me enseñaron a evitar aquello y a asentir, asumir y ocupar modestamente los espacios vacíos sin molestar ni hacer mucho ruido. Ahora estoy aprendiendo a lanzarme a las serpientes, a recuperar espacio arrebatado, a que se me escuche cuando hablo porque algo tengo que decir, aunque a veces me de vértigo y me empuje hacia atrás la inercia de lo establecido. Estoy aprendiendo que no puedo ser siempre plato de buen gusto, que no estoy aquí para complacer a dios mortal o celestial alguno, e incluso a comprender que no dependen de mí todas las indigestiones que provoco.

Gracias por las advertencias, las pondré cerca, en la mesita de noche. Pero necesito mirar con mis ojos y que la luz pase por el tamiz de mi criterio, confío en él. Tal vez incurro en un error, pero puedo decir con orgullo que este error es mío, de mis pocas posesiones firmes. Soy terca en mis principios, y estoy convencida de que prefiero tender lazos y puentes de palabras antes que muros de silencios inexpugnables. Más veces de las que imaginamos los puentes y las palabras resisten, abren caminos, redes y surcos y llegan a lugares insospechados. Los muros silenciosos y negruzcos, aunque nos parezcan implacables y eternos, caen como naipes ante cualquier ráfaga de viento inesperada.

Gracias por las advertencias. La puerta está abierta.