Me parece muy significativo que siempre se acuse de «imparcialidad», «sesgo ideológico» o «hacer propaganda en lugar de historia» a aquellas investigaciones que hablan de los movimientos obreros, de las mujeres, de la represión a colectivos y movimientos políticos, de las disidencias de género y sus luchas, o cuando se utilizan las palabras capitalismo, extrema derecha, colonialismo y patriarcado sin demasiadas rimbombancias ni adornos de los que pueden abrumar a Los-Del-Monóculo.
Sin embargo, no se habla de imparcialidad ni de sesgo ni de propaganda cuando el relato histórico es el de siempre, el que nos meten desde la infancia. El que solo habla de lo que hicieron los reyes y los políticos y los ricos y los conquistadores y los hombres. El que ignora la presencia de las mujeres y el colectivo LGTBIQ+ porque eso solo son curiosidades y «meros datos adicionales no relevantes para el curso de la historia», el que reivindica la jajaobjetividadjaja, el que habla de «la España de Franco» y no de «la dictadura de Franco», el que habla de Reconquista (sí, todavía), y muchos etcéteras más.
Es curioso cómo unos escribimos pasquines y otros abrazan la rigurosidad. ¿Esa distinción, a caso, no es propaganda?
No olvidemos jamás que la Historia ha sido utilizada hoy, ayer, anteayer y mañana, para construir y apuntalar naciones, patrias, imperios y otras ficciones, además de justificar asesinatos, genocidios, invasiones y destrucción de pueblos y hábitats, por no mencionar la explotación, la esclavitud y el despojo sobre los que se asientan las sociedades actuales. Si no fuera así, no habría quienes dicen que la Guerra Civil española la comenzaron los socialistas en Asturias en octubre de 1934 y no habría quienes nos impiden abrir las fosas y las cunetas y quienes nos acusan de reabrir heridas y uy esto pica, no habría quienes ocultan deliberadamente a los anarquistas cuando se habla de la Guerra Civil y de victorias obreras.
Pues dale, escribamos más pasquines. Robémosles ese arma, robémosles los relatos.