15-10-2021
Hay un planteamiento muy básico, ya manido, que por repetirse tanto parece que hubiera empezado a pasar desapercibido y a ser más motivo de risa cuando lo escuchamos en la calle y en los bares, que de análisis. Ese planteamiento, al que debemos hacer frente para erradicarlo entre las clases trabajadoras, es el de que el empresariado, quienes nos pagan por trabajar, son quienes generan la riqueza y quienes crean empleo. Vamos por partes:
El empresariado no genera la riqueza, la riqueza la generan lxs trabajadorxs. Ya lo decían les anarquistas del pasado a quienes a veces se tiende a despreciar por «anacrónicos». Los grandes edificios burgueses del siglo XIX que hoy nos encandilan, los construyeron trabajadores. Los templos religiosos los edificaron trabajadores. Las casas estandarizadas, austeras, de materiales pobres y de baja calidad de las familias obreras las construyeron trabajadores, que vivirían en ellas. Los coches y las bicis y los trenes y los barcos los crean y los reparan trabajadores. Quienes sirven los cafés a toda prisa en el Starbucks o en la cafetería del barrio, son trabajadores, como también lo son quienes reparten la comida a domicilio o quiénes entregan los paquetes de Amazon. Les trabajadores son quienes generan la riqueza, no los empresarios. Ellos solo son los propietarios (por pura apropiación) de los medios de producción: las máquinas, los espacios y los materiales con los que los trabajadores generan la riqueza. Esos medios de producción, por cierto, los fabricaron trabajadores, y por eso deberían ser de les trabajadorxes.
Estaría bien, pues, que les trabajadores empezáramos a valorar un poco nuestra posición en esta sociedad clasista, ya que somos nosotrxs quienes la sostenemos y si paramos, ellos se desploman. Estaría bien que nos quitemos de la cabeza esa idea de que existimos gracias a quienes nos explotan. Y aquí vamos a la otra parte del planteamiento: que ellos generan el empleo.
Y sí, digo explotar. Porque la explotación no es solo que no nos paguen lo que nos deben, que nos hagan trabajar sin contrato o con contratos basura, que no nos den los EPIs necesarios para no tener un accidente o que nos despidan de manera improcedente. Eso son consecuencias y gajes (nuestras urgencias de hoy) de la gran estructura que mantiene este orden de las cosas: el sistema salarial, el capitalismo, concretado y desarrollado en el empleo. El trabajo asalariado es explotación en sí misma, por todo lo expuesto arriba: estamos generando una riqueza que es nuestra con unos medios producidos por nosotres que nos son robados, y esa riqueza nos la vuelven a robar y obtenemos, a cambio, muchísimo menos que el esfuerzo, la energía, el tiempo y la dedicación que hemos puesto en ello.
Por eso nos debería chirriar el planteamiento, a favor del empresariado, de que nos dan empleo… Porque no deberíamos aspirar a tener un empleo, deberíamos aspirar a destruirlo, y también al sistema salarial, al capitalismo, al patriarcado y al Estado que les da forma. Deberíamos aspirar al trabajo libre, para la comunidad, para les trabajadores, para nosotres mismes. Y ello solo es posible con la recuperación de los medios de producción y con nuestra propia gestión y organización del trabajo. Y no solo del trabajo, sino de la vida entera. Como no es posible aquello de manera inmediata y global, muches recurrimos a una herramienta para dar respuesta a las urgencias: el anarcosindicalismo. Que no destruye el trabajo asalariado pero que, aspirando a ello, pretende arrebatar (y lo hace) espacios, materiales, dinero y dignidad robados. Una herramienta histórica que hoy ha sido instrumentalizada y vaciada de sentido por las instituciones capitalistas es la huelga: el paro de la producción hasta que nos devuelvan lo que nos pertenece.
Por todo esto, creo que el planteamiento de que hay que cuidar al empresariado que genera la riqueza de los países y que nos permite existir, es más importante y peligroso de lo que creemos, porque sobre esos discursos se destruye la conciencia de clase y se neutraliza la organización de les trabajadores, volviéndoles del lado de quienes generan, ni más ni menos, que la miseria de la sociedad.
Así que… ¡Vamos al lío!