Voy a soltar una reflexión que quizá va a ser impopular en estos lares y que me llevo callando algún tiempo, por cosas de censura y autocensura y eso. Tal vez me lleve algún bloqueo, quién sabe. Es sobre el humor y cómo lo vivimos en general. Alguna mención al humor en Mastodon y el Fediverso habrá, porque esta reflexión me nace a partir de estar en esos lares y de ser testigo de algunas disputas. Advierto de que está escrito de manera bastante coloquial y que esto no es un ensayo científico sino una opinión personal, con la que podéis estar o no de acuerdo. No pretendo que se lea como una verdad absoluta.
De entrada diré que creo que ninguna forma de humor está por encima de cualquier emocionalidad ni de cualquier responsabilidad para con el resto, como vía de comunicación y expresión que es. No todo el mundo tiene los mismos límites en el humor, no todo el mundo lo percibe igual, a todo el mundo no le gusta la misma forma de humor y, por supuesto, no todo el mundo tiene la energía para aguantar el humor hecho por personas a quienes no conocen, por ejemplo, y eso me parece sagrado. Además, creo que cómo percibimos el humor depende de muchos otros factores como el contexto, las circunstancias personales, experiencias que nos atraviesan y quiénes hacen ese humor. Considero que estas circunstancias deben ser tenidas en cuenta y respetadas y no invalidar a nadie porque no reciba como queremos una broma que hemos hecho, porque no perciba el humor como lo hacemos nosotras o porque no le guste nuestra forma de humor. Si me pusiera a hablar, diría que algunas personas de por aquí tienen un humor de mierda solamente a la altura de verdaderos gilipollas. Pero bah. Pasando, no me va la vida en ello. Pero entiendo que a otras personas sí les puede ir.
Creo que ante el humor que nos revuelve las tripas podemos y debemos poner límites. La libertad para expresarse existe y también la libertad para pegar un par de guantazos a mano abierta, ya sean metafóricos o reales. En las redes sociales existe la herramienta del bloqueo, que me parece muy sana porque te ahorras quebraderos de cabeza, y también el reporte si la falta de respeto de cualquier tipo persiste. Yo misma he experimentado situaciones desagradables por parte de personas que me han hecho bromas que no me han gustado ni un pelo. Lo que me molesta, sobre todo, es que se invalide la emocionalidad con el pretexto de que es humor y ay no te lo puedes tomar tan en serio. Serio el que tengo aquí colgado. Como si el humor fuera una casilla del parchís en la que eres intocable. No, eso no es así. Sin ir mas lejos, una vez un tío a quien no conocía y menos aun su ideología, se puso a cantarme «de broma» el Cara al Sol en un concierto de punk. Si no le pegué una patada en el esternón fue porque me lo estaba pasando muy bien y no tenía ganas de jaleos y fui capaz de decirle que esas bromas conmigo no, e irme a otro sitio. Por poner otro ejemplo, una persona hace poco hizo un comentario sobre mi cuerpo, y para mí el cuerpo ahora mismo es un terreno doloroso que me llena de inseguridades, dolor y sufrimiento. Y, la verdad, no estoy para que me hagan bromas con ello y no estoy para que se me hagan comentarios no pedidos, ni aun existiendo la mayor de las confianzas. Esta persona le quitó hierro al asunto tras comunicárselo, escudándose en eso, en que solo era una broma. A la mierda cómo me estuviera sintiendo. Así que le tuve que amenazar con mandarle a la mierda si la broma volvía a repetirse y santas pascuas. Otra persona incluso cortó una relación con una amistad porque hacía bromas continuamente, delante de ella y después de haberlo dicho repetidas veces, sobre temas que le removían bastante y le parecían bastante dolorosos. No creo que existan los espacios seguros sino que tenemos que crearlos y tomarlos y que también tenemos el legítimo derecho a la autodefensa, y el humor es algo muy complejo y muy amplio con límites muy difusos que reposan sobre percepciones muy individuales y subjetivas. No creo que exista una teoría general o un manual sobre el humor bueno y malo. Si fuera así, menuda-mierda. Tampoco creo que la libertad de expresión deba estar exenta de responsabilidad ninguna, como en cualquier aspecto de esta vida. La libertad sin responsabilidad es puro libertinaje neoliberal, y me parece que no-queremos-eso. A las democracias liberales les encanta el libertinaje de expresión, por eso se debate en los Parlamentos con partidos fascistas como si sus discursos fueran respetables, y por eso mandan a la Audiencia Nacional e incluso a la cárcel a personas por hacer humor, cosa que me parece absolutamente nefasta, nos guste más o menos ese humor.
El humor negro es un ejemplo de terreno pantanoso. A mí, personalmente, me gusta, y soy una bestia algunas veces. Me gusta lo bizarro, lo asqueroso, lo bruto y lo grotesco (lo puro, refinado e idealizado se lo dejamos a los artistas clásicos y renacentistas y a los malditos burgueses). Aunque en Mastodon y en redes sociales no lo demuestre demasiado. La artillería pesada de la turbiedad me la suelo reservar para quienes me conocen o para quienes comparten ese tipo de humor. Aún dentro de lo que me gusta el humor bestia, es verdad que lo prefiero si es contra parásitos fascistas, autoritarios y explotadores y no contra mis iguales o contra quienes están en situaciones más jodidas que la mía. De hecho, me suele gustar más cuando personas oprimidas por cualquier relación de poder, hacen chistes sobre sus propias condiciones, porque me parece una manera de apropiarse de términos y discursos que siempre les relegaron a la más absoluta violencia, persecución y marginalidad. Un payo haciendo chistes de gitanos me va a generar una desconfianza descomunal e incluso puede que llegue a considerarle como un cretino, lo siento. Pero es mi manera de verlo. También entiendo que a mucha gente afín a mí a la que le gusta el humor negro (y yo misma) es capaz de abstraerse y no poner ninguna dosis de su personalidad en el humor. No sé si me estoy explicando. No creo que siempre el humor defina a las personas, a sus pensamientos, principios y formas de ver el mundo. Pero chiki, lleva cuidado con cómo, cuándo, dónde y con quién lo haces, porque no creo que entenderte sea responsabilidad de nadie y lo mismo te llevas un par de hostias.
También me gusta usar el humor para provocar, porque soy una provocadora y me encanta serlo, he de reconocerlo. La provocación es necesaria. Pero me gusta tratar de discernir entre quiénes merecen ser provocados y quienes no. Hay una sutil diferencia entre quien lo destruye todo y punto, y quien destruye para construir después. A veces no es provocación sino sinceridad, y a veces la sinceridad es el disfraz de la crueldad. Por otro lado, la historia nos deja una y otra vez en nuestra puerta (o al menos me la deja a mí), la enseñanza de que aquellos que desarrollaron y desarrollan un amor sin peros ni condiciones por la destrucción, acabaron y acaban siendo los artífices de los peores sucesos que todo ser pueda sufrir en este planeta. Las guerras, los genocidios, la explotación y la devastación de territorios se la debemos a gente a la que le apasiona destruirlo todo sin pretexto, sudándosela la vida y la emocionalidad ajena, para erigirse como dueños de un montón de escombros y cadáveres. Yo no quiero eso y lucho en su contra. Cuánto daño hacen las lógicas belicistas, las individualistas y las del sálvese quien pueda, barre para tu casa y al resto que le jodan si tú te sientes bien. Repito, no-quiero-esa-mierda.
Otra cosa que me gusta, quizá la que más, es el humor absurdo, sin pretexto alguno. El inconexo, el surrealista, el que carece de todo sentido. Aquí no tengo mucho que decir, aunque también puede ser verdaderamente provocador y levantar ampollas que escuecen. En realidad, ahora que lo pienso, sí que hay un melón que abrir en esta categoría del humor absurdo e idiota. Un melón que sé que ha creado cismas y brechas irreconciliables en el Fediverso. Yo no estaba cuando sucedió y quedó para los anales de la fedi-historia, pero la tensión todavía se respira y también algo me han contado. Me refiero a… Sí, los joseos. Me refiero a los joseos. Cuando alguien toma una frase dicha por otra persona, la saca de contexto y la altera o se la atribuye a otro personaje. Cuando entré al fediverso veía a peña que se ponía en sus biografías «no joseos» o «joseos bienvenidos» o «joseo = block automático» o «aquí se josea». Yo creía que el joseo era el peor de los males, hasta que me contaron lo que era. También hubo quienes me contaron que a veces los joseos se sentían como faltas de respeto, ofensivos e incluso acosos. Puedo entender que haya quienes viven así los joseos y no pienso cuestionarlo. Repito que no pienso que nadie deba cuestionar cómo otras personas perciben nuestra forma de hacer humor y no soy jueza ni dueña de las emocionalidades ajenas sino de las propias. Me quedé un tiempo sin tener una opinión personal sobre los joseos y sobre cómo me hacían sentir, hasta que llegó un tío, no recuerdo quién, y me joseó. Tengo que reconocer que me hizo muchísima risa y pensé que perfectamente podría ser del tipo de bromas que hago con mis amistades en la intimidad. No me sentí ofendida, no me lo tomé como algo personal porque ese tipo ni me conocía. De hecho, lo leo como que la gracia del joseo está, precisamente, en descontextualizar y quitar cualquier componente de su sentido o autoría original a la frase para crear otro nuevo completamente absurdo. Hay joseos que me parecen verdaderos bodrios y pienso «eres imbécil» y otros a los que haría una reverencia. El otro día hicieron uno sobre Carrero Blanco que mmmmuaaaaa, bocata di cardinale. Además, os digo también una cosa. Los joseos o cualquier tipo de burla hacia mi persona me la REPANPINFLAN lo más grande, porque tengo muchas cosas más importantes de las que preocuparme y con las que enfadarme.
Pero bueno, os repito, por si no ha quedado claro y alguien piensa que pretendo sentar cátedra sobre el tema, que esto que acabo de decir es cómo vivo yo los joseos y el humor y que no soy el ombligo del mundo y que cómo vivo yo las cosas o cómo me ofenden otras no determina realidades globales o más amplias. No creo que los joseos sean buenos ni malos per se y, por tanto, no le veo sentido a censurarlos. En general no me mola la censura ni la prohibición, pero bueno, eso. Entiendo y no cuestiono que hay gente a la que no les gustan por los motivos que sean, me parece perfecto que se tomen medidas para «protegerse» o «defenderse» de ellos o para evitarlos, y mira, entiendo que haya instancias que, como comunidades que son, tomen medidas colectivas contra algo que no mola el grueso de esa comunidad. No lo comparto, pero lo comprendo. Como dato, por si alguien quiere recogerlo, una persona un día quiso josearme y me preguntó que si me molestaba. Le dije que me sudaba el chichi que me josearan y tan felices. Agradecí el gesto, porque sentí que alguien estaba teniendo en cuenta cómo me podía sentir y buscó mi consentimiento con respecto a algo que podía o no resultar hiriente, aunque la intención no fuera tal. Eso me pareció bonico y le mando besiños desde aquí.
Y creo que no tengo muchas más cosas que decir. Esto es mi visión personal del asunto y podría extenderme muchísimo más, pero no me apetece. Y ná. Simplemente eso. Que el humor es una manera como otra cualquiera de expresión, que está completamente atravesado por la subjetividad y las percepciones, experiencias y circunstancias de las personas, y que no creo que deba estar exento jamás de responsabilidad. También, como cualquier otra cosa, el humor está atravesado por cuestiones éticas y políticas que creo que merece la pena tener en cuenta, porque bueno, no creo que unos chistes vayan a cambiar el mundo, pero sí creo que contribuyen a definir los contornos de la realidad en la que vivimos. Que el hecho de que algo sea humor no lo convierte en algo intocable ni sagrado (no existe naíca sagrado en este mundo) y que debemos tener la libertad para expresarnos pero también la libertad para defendernos de lo que nos hiere.
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